martes, 29 de marzo de 2011

El jardín de las ideas


Un texto anónimo de la tradición dice que cada persona, en su existencia, puede tener dos actitudes: Construir o Plantar. Los constructores pueden demorar años en sus tareas, pero un día terminan aquello que estaban haciendo. Entonces se paran, y quedan limitados por sus propias paredes. La vida pierde el sentido cuando la construcción acaba.
Pero existen los que plantan. Éstos a veces sufren con las tempestades, las estaciones, y raramente descansan. Pero, al contrario que un edificio, el jardín jamás para de crecer. Y, al mismo tiempo que exige la atención del jardinero, también permite que, para él, la vida sea una gran aventura.
Los jardineros se reconocerán entre sí, porque saben que en la historia de cada planta está el crecimiento de toda la tierra.
Brida-Paulo Coelho

Soy un jardinero. Un jardinero atrapado dentro de una construcción. Las circunstancias, las decisiones, las zancadillas y el menosprecio a uno mismo y sus aptitudes nos encierran entre cuatro paredes, según pasa el tiempo cada vez son más altas, pero sabemos que la luz está ahí, ahí arriba, tenemos que escalar, pero las paredes son lisas, plantemos algo que nos ayude, que nos sirva de apoyo en la escalada, que destroce los cimientos y hunda los muros.

Soy un jardinero. Un jardinero entre cuatro paredes, pero mi tierra es fértil. Sólo tengo que dejar de auto compadecerme, aprovechar la luz sobre mi cabeza, la tierra fértil bajo mis pies y plantar algo que me ayude a escalar las paredes, algo que atraviese sus cimientos y las derrumbe. Tengo que utilizar mis conocimientos, mis habilidades, mi don para la jardinería y crear un jardín tan bello y salvaje que los muros sucumban, y yo, y mi jardín creceremos en libertad.

Soy un jardinero. Un jardinero que ha comenzado a plantar, acosado por las dudas, la incertidumbre, los complejos... pero sigo plantando, sabiendo que tal vez alguna semilla no prospere, que alguna planta se marchite, pero continuo plantando, de forma constante. Utilizaré el mayor cuidado, ojalá todas germinasen, floreciesen, las protegeré de las tempestades.

Soy un jardinero. Un jardinero que planta lo que el corazón y los instintos le dictan. Que permite a su imaginación e inspiración dirigir su obra, que se deja llevar por sus fantasías y anhelos. Sin técnica, ni maestro, que vele por un proceso llevado correctamente, entre los cánones establecidos.

Soy un jardinero. Mi jardín crece libremente.

lunes, 28 de marzo de 2011

Shanghai Baby


Contra la uniformidad, la diversidad.
Contra las restricciones, el fanatismo por la ausencia de límites.
Contra el igualitarismo, la jerarquía.
Contra las espinacas, los caracoles.
Salvador Dalí.

¡Bip, bip, bip, bip!, son las 07:00 de la mañana, suena el despertador como cada día de Lunes a Viernes. Lo apago, enciendo la luz, cierro los ojos y pienso 5 minutos más, creyendo que notaré la diferencia, cuando vuelvo a abrirlos no noto diferencia alguna, bueno si, hay una diferencia, en el despertador marcan las 07:15, ¡mierda!, ya voy tarde. Me ducho, me visto corriendo, paso a la cocina y ahí están, mis dos gatos, esquivandome como pueden para salir, me tropiezo con ellos y les regaño a la vez que me río, siempre hacen lo mismo. Al ver que no salgo de la cocina se acercan a mi maullándome y me persiguen por toda la casa sin parar de hacerlo. Los pobres sólo tratan de avisarme, “no te vayas”, “quedate con nosotros, serás mucho más feliz...”.

Bajo en ascensor al garaje y me voy al coche, está un poco destrozado, pero te lleva a todas partes y nunca te dejaría tirado. De camino al trabajo me cruzo con alguno al cual yo le retiraría el carné de conducir, pero ya se sabe que la Civil sólo está para multar a quien va 5km/hora por encima del límite establecido.

Llego a la oficina, esa oficina dejada, abandonada, tirada, soltada (cualquier cosa antes que construida, porque a quién se le ocurre...) en medio de la nada, en una vía de servicio, sin ningún tipo de distracción alrededor, no te vayas a perder y no subas a trabajar. Voy en el ascensor diciendo en silencio “no aprendes nada durante el fin de semana, siempre vuelves, llega el Lunes y vuelves”.

Saludo a los compañeros, me siento frente a mi mesa, y ahí está el puzle. Es un puzle horrendo, bastante monótono, siempre el mismo, y todos los días me lo encuentro deshecho encima de mi mesa. No queda más remedio, me pongo a la tarea, encajo unas piezas con otras de forma continua durante 7 horas, bueno a decir verdad eso era antes, ahora ya lo tengo tan visto que con 2 horas he terminado, el día que más mezcladas están las piezas, porque hay otros que no sé ni para que me molesto en ir a la oficina. El resto de las horas las pasas disimulando, haciendo como que haces algo, quitando y poniendo las piezas para que tus jefes crean que trabajas. Eso es lo más gracioso del chiste, estamos rodeados, no tenemos acceso ni posibles otros entretenimientos, que no te pillen haciendo algo que no tenga que ver con el puzle. Esto ocurre todos los días, cuando llega tu hora te vas a casa dejando el puzle terminado, pero algún duende toca cojones se dedica a destrozarlo por la noche y así tienes tarea para el día siguiente. Alienados que estamos.

Este es el resumen de mi vida laboral y profesional, todos los días cuando llego a casa pienso “¿pero qué demonios estás haciendo con tu vida?”, “deja el trabajo y dedicate en cuerpo y alma a tu verdadera vocación”. Entonces aparece Pepito Grillo y te pregunta “¿cómo pretendes pagar las facturas si dejas el trabajo, alma de cántaro?”. Agacho la cabeza, escondo la valentía en un rincón, y me dedico a mi verdadera vocación con el poco cuerpo y alma que me queda.

Algún día este pequeño esfuerzo habrá valido para algo, no volveremos a la oficina y romperemos los límites.

viernes, 25 de marzo de 2011

¿Confiamos en nosotros mismos?

No te quedes inmóvil al borde del camino
No congeles el júbilo
No quieras con desgana
No te salves ahora
Ni nunca
No te salves
No te llenes de calma
No reserves de mundo
Sólo un lugar tranquilo
No dejes caer los párpados
Pesados como juicios
No te quedes sin labios
No te duermas sin sueño
No te pienses sin sangre
No te juzgues sin tiempo...

Mario Benedetti

El final del poema dice “si lo haces no te quedes conmigo”. ¿Nos quedaríamos con nosotros mismos?.

Todos en algún momento nos hemos hecho daño a nosotros mismos. Por algo que hemos hecho, o que no hemos hecho, por algo que nos han hecho o nos hemos dejado hacer. Cuando eso ocurre perdemos la confianza en nuestro yo intrínseco.

Esta pérdida de confianza nos lleva a cerrarnos y nos paraliza, nos deja en ese limbo en el que ya no tenemos fuerzas para luchar y tampoco la confianza necesaria y “nos salvamos”, “nos quedamos inmóviles” y dejamos de vivir nuestra vida, para simplemente sobrevivir. Algo que siempre he oído decir a alguien a quien quiero mucho, “hay unos pocos que viven, el resto simplemente sobrevivimos” (esta persona lo aplicaba a otra materia, pero yo prefiero ésta).

Una amiga, en una conversación, me relataba: “Hace un tiempo me hice muchísimo daño y todavía estoy intentado sobreponerme, me dí el primer mazazo, y luego llegaron otros más pequeños, pero en un espacio relativamente corto como para haberlo superado. Mis reacciones y decisiones no fueron las que yo esperaba de mi, y perdí la confianza en mi yo intrínseco. ¿Cómo podría embarcarme en una aventura nueva, si es probable que naufrague por mi propia culpa? Si ya no confío ni en mis propias reacciones, ni decisiones.

Y me salvo, me quedo bien resguardado, para no mojarme, no tropezarme, no caerme, no lastimarme, y no sufro... ¡mentira!, no es un sufrimiento espontáneo, no es un latigazo, no es una fuente de lágrimas, pero algo te va royendo por dentro, te va comprimiendo el corazón, los pulmones, la garganta, hasta que un día mueres de asfixia. Es un dolor tenue que se va apoderando de ti poco a poco, se adueña de ti y como en una espiral cuanto más lo sientes más miedo tienes a cambiar, más paralizado te sientes, más intentas convencerte a ti mismo de que debes salvarte y sin darte cuenta eres tu propio verdugo.”

Seguro que esta historia es común a todos nosotros, en algún momento de nuestra vida lo habremos sentido, experimentado. Para ésto sólo hay una solución, perdonarnos a nosotros mismos y restaurar la confianza en nuestro yo. Las pautas no las voy a dar, las desconozco, no leo libros de auto-ayuda.

No nos salvemos, no nos quedemos inmóviles al borde del camino, vivamos la vida que queremos vivir, aunque nos sea tan difícil.

miércoles, 23 de marzo de 2011

“Quería tan sólo intentar vivir lo que tendía a brotar espontáneamente de mí. ¿Por qué había de serme tan difícil?” Demian-Hermann Hesse

Durante un viaje a Argentina descubrí este libro en la pequeña biblioteca, de un mínimo salón, de un piso en Buenos Aires. Tenía 19 años y empezó mi búsqueda del yo, del sentido de la vida y de mi propio camino.

Siempre me he preocupado por esos temas pero hasta que no me encontré este libro no me había dado cuenta de la necesidad imperiosa que sentía de esa búsqueda.

Esa frase se convirtió en mi estandarte y en mi realidad. Todavía hoy continuo buscando, inaugurando mi camino, sí, lo estoy inaugurando, porque me siento muy al principio, tan sólo he dado unos pocos pasos.

Elegí mi carrera por vocación, ésta me desilusionaría con el tiempo y me haría abrir los ojos a la que realmente ha sido siempre mi vocación aunque no sea una realidad. Tal vez por ser menos realizable la había dejado en un segundo plano.

Y en este punto nos encontramos de nuevo, en el punto en el cual esta frase se repite de forma continua en mi cabeza y me pone el corazón en un puño, al borde de la asfixia. Por supuesto que por esta frase he pasado muchas veces en mi corta vida, pero los obstáculos eran superados y la meta conseguida, esta vez la meta está muy lejos, casi inalcanzable, la más difícil de todas y la que, por supuesto, daría cierta felicidad y sentido a mi vida.

No espero llevar una vida diferente a todo el mundo, como ya he expuesto en mi anterior tema no creo que eso sea posible, es una utopía. Pero sí quiero vivir mi vida, la vida que yo quiero.

Primero de todo soy una persona afortunada, por donde nací, por la familia que tengo y por encima de todo por mis padres que lo son todo porque lo dan todo. No tengo derecho a quejarme, pero como dice de mi, quien me conoce, soy inconformista, tengo necesidad de retos en mi vida, en cuanto siento que no aprendo me desmotivo, si lo que hago no me lleva a donde quiero lo aborrezco.

En ese momento estoy, sé lo que quiero, lo que tengo que hacer y por lo que tengo que luchar, ¿Porqué había de serme tan difícil?.

El ser humano se pone obstáculos en su propio camino, nos ponemos la zancadilla a nosotros mismos y jugamos al escondite con nuestros propios anhelos. Nos gusta atarnos a lazos materiales, sentimentales, profesionales y un millón más de excusas para no realizar nuestros sueños, porque si luchas lo consigues, ¿será el miedo al fracaso?. Nos engañamos a nosotros mismos diciéndonos que no valemos, que se necesita de ciertas circunstancias, que eso sólo lo consiguen otros. Sí, esos otros, que nos muestran todos los días los medios de información. Creemos que ellos son los elegidos y nosotros sólo gente común, del montón que nunca hará nada digno de mención. Hasta los gestos más sencillos son dignos de mención. Realmente existen los héroes anónimos, la sociedad nos engaña creyendo que sólo lo que es divulgado en los medios de comunicación merece de reconocimiento. Pero ésto es otro tema.

En un momento de mi carrera universitaria, un profesor (al que admiraba bastante aunque no compartiera todas sus ideas) me dijo en medio de una clase, “tú harás grandes cosas en la vida”, y eso intento, eso busco, hacer pequeñas grandes cosas en mi vida. Como ya he dicho algunas metas ya las he alcanzado, pero me queda la más grande o la menos pequeña, la más pomposa y menos sencilla, la más egocéntrica y menos modesta. La más grande de todas.

Yo lucho por salir de este circulo vicioso de auto-desmotivación y trabajar por mis sueños, que al final se resume en vivir mi propia vida, porque sólo tenemos una y no hay que desperdiciarla siendo conformistas.

lunes, 21 de marzo de 2011

¿Queremos todos lo mismo?


¿Acaso toda persona tiene las mismas aspiraciones en la vida? Esta claro que todo depende de la suerte que hayas tenido al nacer. Hay personas en este mundo que no se pueden permitir el lujo de tener aspiraciones, hay niños que no llegan a cumplir los suficientes años como para llegar a crearlas.

Pero si hablamos de éste, nuestro mundo occidental desarrollado. ¿quiere todo el mundo lo mismo?

Desarrollar una carrera profesional, ganar dinero, conocer a la persona adecuada, formar una familia, comprarse una casa, un coche, jubilarse, morirse mientras duerme...

¿Hay alguien que quiera una vida distinta? Ser reconocido, autentico, distinto, libre... ¿hay algo diferente en todo esto? Tal vez haya tantas personas en el mundo que ninguna vida es realmente distinta a otra, ninguna sobresale por encima de otras.

Incluso entre personajes históricos hay similitudes, la vida en toda su sencillez es igual para todo el mundo, nos mueven los mismos deseos, anhelos, esperanzas, ilusiones. Todo se puede resumir en una misma cosa.

Dentro de nuestra característica única y personal somos tan comunes que estamos en continua lucha por demostrar nuestra individualidad. Por lo general esta lucha se mantiene dentro de ese marco de vida común para todos (profesión, familia, casa, coche). Quien se atreve a ir más allá, quien no se conforma con seguir el camino marcado, quien necesita distinguirse de su entorno, ¿lo hace llevado por un ego desmesurado?, ¿se cree más individual que nadie?, ¿piensa que es especial frente al resto?, ¿o tal vez es que vive su vida como única e irrepetible?.

Realmente no hay una vida distinta a otra, ni siquiera la de personas reconocidas públicamente, siempre habrá otra que siga el mismo patrón. Por muy controvertida, asocial, fuera de los margenes que sea tu vida siempre habrá alguien viviendo como tú.

De todo esto nos damos cuenta gracias a este mundo de la información que vivimos en nuestros días. Hay programas para todos los gustos donde te enseñan como vive la gente en distintos países del mundo. Tal y como he oído decir “no es necesario salir del salón de tu casa para ver el mundo entero”.

Viendo uno de estos programas, me encuentro con la historia de un señor que está dando la vuelta al mundo en bicicleta, lleva ya 6 años. Lo dejó todo y decidió llevar una vida distinta. Me causó mucha impresión, admiración incluso, por ser capaz de hacer eso que todos queremos, “algo distinto”. Pero al final del reportaje aparecen unas líneas que nos informan que hay otro señor que lleva haciendo exactamente lo mismo unos 20 años, no recuerdo bien, pero muchos más que 6. La decepción fue aun mayor, algo que yo creía que era único, no lo era. La vida de ese señor no era única, su disposición a hacer algo distinto al resto del mundo no había funcionado.

Cierto es que es una minoría, puede que incluso sean sólo esas dos personas las que vivan recorriendo el mundo en bici, pero ya hay ¡dos!, ya no es una vida llevada de forma única, diferente al resto del mundo. Dos cerebros llevados a tener una misma idea.

Porque las ideas siempre son las mismas, las creemos únicas pero no paran de repetirse.

Lo mismo ocurre en la vida, los ciclos no paran de repetirse. Las formas de vida por muy distintas que sean siempre son las mismas.