Mi padre y mi madre debieron haberse quedado en
Nueva York, donde se conocieron, donde se casaron y
donde nací yo. En vez de ello, volvieron a Irlanda cuando
yo tenía cuatro años.
Cuando recuerdo mi infancia me pregunto cómo
pude sobrevivir siquiera. Fue, naturalmente, una infancia
desgraciada, se entiende: las infancias felices no merecen
que les prestemos atención. La infancia desgraciada irlandesa
es peor que la infancia desgraciada corriente, y la infancia
desgraciada irlandesa católica es peor todavía.
Las Cenizas de Ángela – Frank McCourt
Donde nacemos es el factor fundamental que determina nuestra vida. ¿Somos conscientes de la importancia de este factor?.
En qué continente, país, ciudad, estrato social, familia, muchas veces incluso la posición en la familia, ¿eres el primogénito?. Todo esto, junto al género, raza, religión y condición social son el primer gran factor que ya te determina desde el útero de tu madre. Desde el mismo momento de la fecundación ya estás determinado, te desarrollarás en el útero, nacerás y no podrás hacer nada por cambiar ni uno sólo de todos esos factores.
No podemos cambiar ni uno sólo de ellos, al menos al principio, el género, la religión y la condición social son factibles de cambio hoy en día. ¿Tiene todo el mundo las mismas oportunidades para cambiar? Por supuesto que no, no podemos comparar a un ser humano nacido en un país desarrollado que en un país subdesarrollado o “Tercer Mundo”. No podemos comparar al que nace en un campamento de refugiados de algún país africano con el que nace en una familia adinerada de Suecia. Ni siquiera podemos compararle con el nacido en una fabela brasileña.
Dentro de un mismo país tampoco se pueden realizar comparaciones, hay países que poseen unas determinadas “igualdad de oportunidades” con las que supuestamente, el hijo de una familia de clase baja puede llegar a prosperar tanto como uno de la clase alta (por supuesto que el camino no será igual de tortuoso para los dos). Pero hay otros países que no poseen estas igualdades, donde naces es donde te quedas.
Los que hemos nacido en países desarrollados, con igualdad de oportunidades... etc ¿sabemos apreciarlo?, ¿somos conscientes de que hay otras vidas mucho más difíciles?, ¿acaso cuantas más facilidades, comodidades y oportunidades somos más infelices?
Vivimos en una sociedad preocupada por los métodos de adelgazamiento, donde la población con sobrepeso aumenta cada día mientras que otros seres humanos no tienen que comer. Preocupados porque el jabón sea PH neutro y el agua esté a buena temperatura (no olvidéis intercambiar chorros de agua fría y caliente para activar la circulación sanguínea), mientras que otros no tienen agua para lavarse, ni siquiera agua potable que beber.
En resumen, disfrutamos de un sinfín de comodidades con las que otros no pueden ni soñar ¿somos más felices por eso? No creo que sonriamos más, porque ya no nos conformamos con nada. Los bienes materiales nos tienen sorbidos el seso.
Yo no me desvinculo de ello, por supuesto que tengo mis ataques de ansiedad material. Claro que si me quedo sin agua caliente pongo el grito en el cielo, si me olvido el móvil en casa me da angustia, siempre compro el mismo gel, porque me gusta. Por supuesto que me gusta la variedad en mi dieta, que tengo un portátil y quiero un Imac...etc Pero cuando se me pasa la vena consumista y tengo un momento de lucidez me doy cuenta de la suerte que tengo, de que no necesito nada más, bueno si, sonreír desde que me levanto hasta que me acuesto.
No es más feliz el que más tiene sino el que menos necesita, (menos mal que nos lo recuerdan los anuncios, sí, los mismos que quieren que compres más cosas).
Debemos ser conscientes de dónde hemos nacido, para aprovechar nuestras oportunidades y desarrollarnos. Desarrollarnos hacia la búsqueda de un mundo mejor para todos, sin olvidarnos de la suerte que ya nos vino dada desde el útero de nuestra madre.