miércoles, 6 de abril de 2011

Los pilares del ser humano II.

La alegría invadía el corazón de su padre al ver al hijo inteligente, con deseos de aprender; observaba cómo crecía en Siddharta un gran sabio y sacerdote, un príncipe entre los brahamanes.
El pecho de su madre se henchía de orgullo al verlo caminar, sentarse, levantarse. Siddharta el
fuerte, el hermoso, el de miembros ágiles, que la saludaba con donaire...
-Con tu permiso, padre, he venido a comunicarte
que deseo abandonar mañana tu casa para irme con los ascetas.
Mi deseo es convertirme en un samana.
Entonces declaró el padre:
-No es conveniente que un brahmán pronuncie palabras violentas y furiosas.
Pero la indignación estremece mi alma. No quiero oír de tu boca este deseo
por segunda vez...
En la última hora de la noche, antes de que empezara el día, regresó, entro en el cuarto y observo al joven, que le pareció más alto, como un extraño.
-Siddharta -invocó-, ¿qué esperas?
-Tú ya sabes.
-¿Te quedarás siempre así y aguardarás hasta que se haga de día, hasta el mediodía, hasta la noche?
-Me quedaré así y esperaré.
-Te cansarás, Siddharta.
-Me cansaré.
-Te dormirás, Siddharta.
-No me dormiré.
-Te morirás, Siddharta.
-Me moriré.
-¿Y prefieres morir antes que obedecer a tu padre?
-Siddharta siempre ha obedecido a su padre.
-Así, pues, ¿deseas abandonar tu idea?
-Siddharta hará lo que su padre le diga.
La primera luz del día entró en la habitación. El brahmán vio que las rodillas de Siddharta vacilaban. Sin embargo, en el rostro de su hijo no había vacilación, sus ojos miraban hacia muy lejos. Entonces el padre se dio cuenta de que Siddharta ya no podía permanecer a su lado en la tierra. Comprendió que ya le había abandonado.
El padre tocó el hombro de Siddharta.
-Irás al bosque -dijo- y te convertirás en samana. Si encuentras la bienaventuranza en el bosque, regresa y enséñamela. Si hallas el desengaño, vuelve y de nuevo sacrificaremos juntos ante los dioses. Ahora ve, besa a tu madre y dile hacia donde vas.

Siddharta-Hermann Hesse


Uno de los pilares fundamentales para el ser humano son sus padres, sean de la naturaleza que sean, tanto en positivo, como en negativo. Su ejemplo, sus valores, sus enseñanzas, su dedicación, nos marcan de por vida.

Como ya dije en otra entrada mis padres lo son todo porque lo dan todo. Han dedicado su vida a sus retoños, sin hacer diferencias, ni afectivas, ni materiales. Una de las frases que nunca olvidaré de mi madre fue: “lo que nos hace felices es que nuestras hijas sean felices”.

Siempre han buscado nuestra felicidad tanto apoyándonos en nuestras decisiones, como aconsejándonos cuando creían que nos equivocábamos. La mayor parte de las veces estaban acertados y en las que no, no importaba siempre lo hicieron por protección.

La protección de mis padres, llevada por el amor profundo hacia su progenie. Nunca fue amor de monos, ni de gallinas, que te asfixia hasta matar cualquier atisbo de independencia y libertad, sino todo lo contrario. Fomentaron el aprendizaje, nos enseñaron a caminar por nuestro propio sendero, siempre a nuestro lado, pero sin inmiscuirse si no son preguntados. Permaneciendo en la sombra, para estar al quite en caso de oír una voz de socorro, una petición de ayuda.

Ayuda incondicional, sin explicaciones, sin pedir nada a cambio. Demasiado poco piden, más deberíamos darles.

Muchas veces les digo (y es lo que siento) ojalá nos quedáramos así para siempre, en este punto. Estamos en el clímax de nuestra relación, como adultos iguales, donde la ayuda es mutua, el consejo es mutuo. En el punto en el que el retoño comprende que todas las acciones realizadas por sus padres han sido un gesto de amor incondicional, cuando sabe que les tendrá a su lado pase lo que pase.

No quiero cumplir más años, porque no quiero que ellos los cumplan. No quiero que se hagan mayores, no quiero hacerme mayor. No necesito mi propia familia, porque ya la tengo, mi familia son ellos, junto a mis hermanas. No quiero centrarme en otros, no quiero que queden en segundo plano, ellos son mi centro. Y por supuesto no quiero perderles.

Trabajaremos en ello, y aunque los años pasen, aunque tengamos nuestros propios hijos, aunque sigamos nuestro propio camino, nunca dejaremos a un lado a nuestros padres.

2 comentarios:

  1. Preciosa entrada. Y grande, muy grande el fragmento de Hermann Hesse.
    Totalmente de acuerdo con tu frase "Su ejemplo, sus valores, sus enseñanzas, su dedicación, nos marcan de por vida". Son tus padres los que nunca te fallan, en los buenos y malos momentos, apoyándote incluso cuando sabes que te equivocas y los que siempre están ahí para socorrerte cuando los necesitas. Y nunca se lo agradecemos lo suficiente.
    Besotes!!!

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  2. Te entiendo perfectamente, sabes lo que es para mi mi madre y muchas veces me entra ansiedad solo de pensar que se hace mayor, la quiero así siempre!! no veo capáz de vivir sin ella.
    Me ha encantado tu entrada (como siempre)
    un besazo y buenas noches
    Muaks

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